Amor por Catania

Pocos paran en Catania porque prefieren quedarse en Taormina. A Taormina hay que ir, claro, pero mejor es hacer base en Catania. Catania es una ciudad muy interesante, muy intensa. Yo no podría vivir en Taormina, pero sí podría vivir en Catania. La próxima vez me voy a quedar más días.
Lo primero que asombra en Catania (hablo del centro histórico, no de los barrios ni de la zona industrial) es el color de los edificios barrocos: son oscuros, a diferencia de los de Siracusa, Modica y las otras ciudades. Y suelen tener partes destacadas en piedra más clara. No he podido saber a ciencia cierta qué materiales dan esos colores. Solo encontré que el Seminario dei Chierici está hecho con piedra blanca de Ispica y las zonas oscuras tienen un enduido oscurecido con arena volcánica.
Como en otras ciudades del este de la isla, el terremoto de 1693 marcó un antes y un después. Catania, al parecer, fue la ciudad que más lo sufrió. Leí en mi librito L'architettura del Settecento in Sicilia que se cree que en Catania solo quedó un maestro constructor después del terremoto, Alonzo di Benedetto, que tuvo un rol decisivo en las primeras reconstrucciones. Así que comienzo las entradas sobre Catania con una foto donde se ve el Seminario dei Chierici, iniciado por Di Benedetto en 1694 (a la derecha). La foto muestra la piazza del duomo, con su fontana dell'elefante, un extraño monumento que terminó por ser el símbolo de la ciudad, y la cattedrale di Sant'Agata, a la izquierda.

Segunda foto de Catania: la primavera en los árboles de Villa Bellini, el precioso parque público del centro de la ciudad.

Tercera foto: iglesia tras iglesia en via Crociferi. A la izquierda, San Benedetto; a la derecha, San Francesco Borgia, anexada al antiguo colegio de los jesuitas.

Cuarta foto: la via Etnea desde el balcón de nuestra habitación en el hotel Una (muy recomendable). La via Etnea es una avenida comercial, en el centro de Catania. Al fondo, el Etna.