viernes, 7 de junio de 2013

Pasión barroca

Este viaje estaba dedicado, en buena medida, al barroco. Así que aquí está Santa Maria della Vittoria, donde todos los ojos conducen a la Santa Teresa de Ávila de Bernini. Pero hay más.




Cruzando la calle está santa Susanna, con su bella fachada.


A pocos metros hay un nido de motos.


Unas cuadras más allá está Santa Maria degli Angeli, construida en la Termas de Diocleciano. En un sector del piso tiene trazada una meridiana, que servía para ajustar los relojes de Roma. Tengo que estudiar cómo.






Y un poco más adelante, está Santa Maria Maggiore, con el techo de la nave dorado con oro del Perú (regalo de Isabel y Fernando a Alejandro VI). Eso no es barroco, claro. Lo que sucede es que en muchas de estas iglesias hay superposiciones, sectores rehechos, cosas de antes y de después. La fachada sí tiene los juegos de volúmenes y de luces y sombras propios del barroco. Frente a la iglesia, una columna traída del templo de Massenzio en el Foro, en 1614, bellísima, con un capitel de filigrana. Arriba le pusieron una estatua de la Virgen. Quizá tengamos que perdonarlos para no pecar por anacrónicos.








 

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