El café Riquet estaba frente a la plaza Aníbal Pinto y tenía las onces más deliciosas de Valparaíso. En el Riquet probé una torta rellena con lúcuma y me atendieron como a una princesa.
Imaginé, y no hace tanto, un encuentro romántico ahí mismo. Tenía el vestido elegido: uno de encaje gris pálido, muy Alberta Ferretti.
Pero me cerraron el Riquet. Así no pueden prosperar los romances.
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